miércoles, 10 de octubre de 2007

El tropel del 9 de octubre

Hoy, martes 9 de octubre, hubo una reyerta en el campus que implicó a la policía ESMAD y a encapuchados. ¿Y el motivo? ¿Acaso la conmemoración de un aniversario más del asesinato del Che? — ¿Y es que acaso se necesita un motivo para provocar y causar desmanes?—. Algo que me causa desazón de lo que acontece en nuestra universidad es la recurrencia de los tropeles; y lo que me parece peor de ello es la complacencia con la que se ven. Para mi pesar tengo compañeros que los aplauden, los alientan, y que se enrolan en las cuadrillas que los provocan.Hoy ni siquiera pude ingresar al campus. Cuando llegué al mediodía habían dado la orden de desalojo. Y me indigna tanto que no me dejen ingresar a mi universidad. Sé que la orden se da desde las directivas, pero esta se da debido a lo incontrolable que se vuelve el campus en medio de las reyertas. Hoy no quería pasar de agache, dejé de lado mi indiferencia y me decidí a actuar; no aguanté más permanecer en silencio. Llegué a la puerta de la calle 45 y al saber de la refriega me dirigí a la de la calle 26.Como siempre en estos casos los espectadores a las afueras del campus formaban aglomeraciones. Las pasé de largo y me acerqué a donde estaban los capuchos. Al frente de la fotocopiadora con el aviso de Reprograph los manifestantes pusieron dos mesas como barricadas. Y ahí fue en donde empecé a expresas mis reclamos en voz alta, vociferando. “¡¿Y así es que defienden la universidad pública?!” grité. Dos encapuchados se percataron de mi presencia y de mis airadas expresiones; me replicaron, también airadamente, expresando su inconformismo con la policía. Que cuántos estudiantes habían matado este año me preguntó uno. Le respondí con una pregunta: “¿cuántos?”, a lo que me dijo: “¡pues averigüe!”.El segundo me recriminó que si tenía plata para estudiar en la Javeriana o en los Andes. El hombre estaba convencido de que su actuar y la refriega contribuían a la preservación de la educación pública; el expresarle mis discrepancias por lo contraproducente que son los tropeles le molestó tanto que me respondió con preguntas clasista, en las que implícitamente expresaba discriminaciones entre ricos y pobres. Así las cosas, los no tan privilegiados como para estudiar en universidades privadas teníamos el deber de apoyarlos. Noto aquí un resentimiento de los encapuchados; como si ser rico fuera pecado, como si hubiera cualidades intrínsecas en ser estudiante de una universidad pública o serlo en una privada.

Los espectadores que estaban al interior del campus me abuchearon. Yo les expresaba lo perjudicial que eran los tropeles. Les dije que le hacían daño a la autonomía pues provocaban una intervención directa de la policía sobre la universidad —espero no haberla tergiversado aquí, profesora Myriam—. Les recordaba los estragos en la planta física. Tratando de insultarme me gritaron sapo, uribista, paramilitar. Otro que cubría su rostro con una máscara antigases me conminaba a que me marchara: “lárguese, parce. Lárguese” le escuchaba con esa voz encerrada. Y otros más me tomaban fotografías. Algunos me descalificaban no por lo impertinente, ni por lo descabellado, ni por lo ridículo que pude haber sido. Me descalificaban porque según ellos yo estudiaba en una universidad privada. De nuevo el resentimiento de los manifestantes, los que resultan ser más clasistas y más segregativos que las élites. Ellos desconocen que tenemos compañeros de universidades privadas, que la Nacional acoge por cuenta de convenios; desconocen también que tenemos excelentes profesores egresados de prestigiosas universidades privadas.

Otro encapuchado, esta vez más energúmeno que los anteriores me reprochaba gritando mi indiferencia ante los obreros. La indiferencia, desde luego la juzgaba él, pues fungía como la autoridad capaz de reconocer mis pensamientos y los equívocos de los mismos; equívocos que hacían que me comportara como el alienado defensor del statu quo. Y la verdad es que no sé a cuántos obreros les puede haber importado la reyerta de hoy; me pregunto en qué se puede beneficiar un obrero con lo ocurrido. Y sobre todo me pregunto en qué nos beneficiamos nosotros, los universitarios, con los enfrentamientos con la policía. Para más muestras de rechazo hacia mi, alguien me arrojó un pequeño recipiente con pintura, lo que algunos celebraron. La pintura manchó la parte posterior del buzo que tenía puesto, mi maleta, mi oreja izquierda, el lente izquierdo de mis anteojos y algunas pequeñas gotas salpicaron mi rostro y mi cabello. Sólo estaban dispuestos a escuchar lo que quieren oír; es un esquema autoritario en el cual no caben las discrepancias. Y si alguien se opone y hace manifiesta esa oposición debe ser silenciado. No importa cómo, las descalificaciones ad hominem y las agresiones están para ejercer censura y convertir en enemigo al opositor.

En verdad el ESMAD de la policía está involucrado en violaciones a Derechos Humanos. El asesinato de Johnny Silva en el campus de la Universidad del Valle y el de un menor de edad en una marcha del 1 de mayo —el cual no era manifestante sino transeúnte— en Bogotá, da para que se desconfíe de ese cuerpo policíaco. Pero las tropelías con este no sirven de nada. Como si con ellas se hiciera justicia o se aclararan los crímenes. Para esa labor está la Fiscalía, la que ya adelanta investigaciones contra el ESMAD en esos casos. Me resisto a las ansias autoritarias que pretenden imponer el mismo pensamiento en todos, en el cual las discrepancias son censurables y merecedoras de ser silenciadas. ¿De cuándo a acá defender la universidad pública implica causar estragos en su planta física? ¿De cuando acá defender la universidad pública implica la manipulación de explosivos? ¿De cuando acá defender la universidad pública implica censurar a alguno de sus miembros? Dicen defender la universidad pública pero no defienden lo público de la universidad. Después de haber sentido la pintura fría en mi rostro y de haber tenido discusiones bizantinas e inútiles con espectadores complacientes de los capuchos me retiré. Al menos dije lo que tenía que decir.

Duván Rozo Riaño

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Valerosa, osada y totalmente aplaudible su accion Duvan, contra todo sectasrimso y radicalidad la universidad se debe levantar, una base idfeologica ilusoria y mentalmente castrante es la que promueven estos payasos que juegan a ser los ni;o malos. Tnato que critican al asesino de Bush y aplican su mismo eslogan Quien no esta con ellos, esta en contra, adelante que podemos refrenar esa embestida y esa actitud totalizante y autoritaria de los que juegan a saber recomponer este pais, cuando sus praxis desdicen mucho de los metodos que intentan elucubrar para lograr tal fin

Anónimo dijo...

Cuidado con las fuerza que se ponen donde no son, tan inutil es lo que hacen ellos como discutir, solo, contra una cantidad de individuos que se encuentran en un momento de extasis agresivo...